jueves, 10 de mayo de 2007

Madurez y crecimiento


Quien es responsable de la relación
Del Libro: Del miedo al amor - Eva Pierrakos. Judith Saly
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Cuando se relacionan personas cuyo nivel de desarrollo personal no es igual, el responsable de la relación siempre será la persona más desarrollada. En concreto, esa persona es responsable de buscar profundamente en la interacción aquello que crea fricción o falta de armonía entre las partes.
La persona menos desarrollada no tiene la misma capacidad para realizar esa búsqueda, pues todavía tiende a culpar al otro y a depender de que él o ella haga lo "correcto" para evitar la frustración o las cosas desagradables. Además, la persona menos desarrollada siempre se deja atrapar dentro del error fundamental de la dualidad. Desde su punto de vista cualquier fricción es vista bajo la idea de que "sólo uno de nosotros tiene la razón". Le parece que un problema en el otro lo convierte a él o a ella en alguien impecable, aunque su manera negativa de interactuar sea mucho peor.


La persona que ha alcanzado un mayor desarrollo espiritual es capaz de tener una percepció realista, de las cosas. Puede ver que alguno de los dos tal vez tiene un problema profundo, pero sabe que eso no elimina la importancia del problema menor del otro. Quien está más desarrollado siempre estará dispuesto y preparado para buscar su participación en las cosas que lo afectan de manera negativa, sin importar qué tan obvio sea el otro es culpable. En cambio, quien es espiritual y emocionalmente inmaduro siempre le hecha la culpa de todo al otro. Y todo esto se aplica a cualquier tipo de relación: de pareja, padres e hijos, amistades o contactos de negocios.


La tendencia a depender de manera emocional de los demás - cuya superación es un aspecto importantísimo del proceso de crecimiento - en gran medida proviene del deseo de deshacerse de la culpa o librarse de las dificultades que implica el establecimiento y el mantenimiento de una relación. Suele parecer mucho más fácil echarle el peso de estas responsabilidades a los demás. ¡Pero el precio es muyalto! Al hacer esto uno se deja desamparado y se aísla o se provoca dolor y fricciones interminables. Las relaciones se vuelven fructíferas y agradables y la libertad se puede establecer sólo una vez que uno empieza a asumir verdaderamente su responsabilidad ante sus problemas en la relación y a mostrar la disposición a cambiar.


Si la persona que tiene un mayor desarrollo se rehusa a asumir su responsabilidad espiritual hacia la relación buscando el núcleo de los desacuerdos en su interior, nunca podrá comprender la interacción mutua ni cómo un problema afecta al otro. Así las cosas, la relación se deteriora y deja a las dos partes confundidas e incapacitadas para enfrentarse a sí mismas o a los demás. Pero si, en cambio, la persona con mayor desarrollo espiritual acepta la responsabilidad, él o ella estará también ayudando al otro de manera sutil. Si puede abandonar la tentación de estar constantemente señalando los aspectos desagradables obvios del otro y mira hacia su interior, estará elevando su propio desarrollo y difundiendo un ambiente de paz y alegría. El veneno de las fricciones será eliminado muy pronto y también será posible encontrar otras parejas para alcanzar un proceso verdadero de crecimiento mutuo.


Cuando se relacionan dos personas iguales, ambos cargan con la responsabilidad de la relación. Ésta es realmente una hermosa aventura, un estado de compenetración muy satisfactorio. La más pequeña falla en un estado de ánimo seria reconocida por su significado interior manteniendo vivo el proceso de crecimiento. Ambos reconocerán su coparticipación en la creación de esa falla -ya sea una fricción o una sensación pasajera de ausencia de sentimientos. La realidad interior de la interacción será cada vez más importante impidiendo cada vez más que se haga daño a la relación.


Déjenme subrayar que cuando hablo de ser responsable por la persona de menor desarrollo no quiero decir que un ser humano puede cargar con los problemas de los demás. Esto nunca puede ser así. Lo que quiero decir es que las dificultades de interacción en las relaciones generalmente no son exploradas a profundidad por la persona cuyo desarrollo espiritual es más bajo. Él o ella le echa la culpa a los otros por su infelicidad o por la falta de armonía dentro de alguna interacción en particular y no puede o no quiere ver el conjunto de la situación. Así que no está en una posición que le permita establecer la armonía. Sólo quien asume la responsabilidad de encontrar el problema interior y el efecto que causa sobre los dos puede lograrlo. De modo que la persona menos desarrollada espiritualmente depende de la de mayor desarrollo.


Una relación entre individuos en la que la destructividad del menos desarrollado vuelve imposible crecimiento, la armonía y los buenos sentimientos o en la cual el contacto es predominantemente negativo debe ser cancelada. Como regla, le toca a la persona más desarrollada tomar esa iniciativa y si no lo hace eso indica que existe alguna debilidad o temor no reconocidos y que se debe enfrentar. Quien decide romper una relación sobre estas bases, es decir, sobre la claridad de que es más destructiva y dolorosa que constructiva y armoniosa, debe hacerlo reconociendo los problemas e interacciones mutuas. Esto le ayudará a evitar establecer una nueva relación con corrientes e interacciones similares subyacentes. Y esto también quiere decir que la decisión de cortar con el lazo ha sido tomada con base en el crecimiento y no como resultado del enojo, del miedo o como escapatoria.