jueves, 13 de diciembre de 2007

Asertividad - Cuestión de dignidad ( Primera entrega)

Asertividad


Cuestión de dignidad
Primera entrega

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En cada uno de nosotros hay un reducto de principios donde el "yo" se niega a rendir pleitesía y se rebela. No sabemos como surge, pero en ocasiones, aunque el miedo se oponga y el peligro arrecie, una fuerza desconocida tira de la conciencia y nos pone justo en el límite de lo que no es negociable y no queremos ni podemos aceptar. No lo aprendimos en la escuela, ni lo vimos necesariamente en nuestros progenitores, pero ahí está, como una muralla silenciosa marcando el confín de lo que no debe traspasarse.


Tenemos la capacidad de indignarnos cuando alguien viola nuestros derechos o somos víctimas de la humillación, la explotación o el maltrato. Poseemos la increíble cualidad de reaccionar mas allá de la biología y enfurecer nos cuando nuestros códigos éticos se ven vapuleados. La cólera ante la injusticia se llama indignación.


Algunos puristas dirán que es cuestión de ego y que por lo tanto cualquier intento de salvaguardia o protección no es otra cosa que egocentrismo amañado. Nada más erróneo. La defensa de la identidad personal es un proceso natural y saludable. Detrás del ego que acapara está el yo que vive y ama, pero también está el yo aporreado, el yo que exige respeto, el yo que no quiere doblegarse, el yo humano: el yo digno. Una cosa es el egoísmo moral y el engreimiento insoportable del que se las sabe todas, y otra muy distinta, la autoafirmación y el fortalecimiento del sí mismo.


Cuando una mujer decide hacerle frente a los insultos de su marido, un adolescente expresa su desacuerdo ante un castigo que considera injusto o un hombre exige respeto por la actitud agresiva de su jefe, hay un acto de dignidad personal que engrandece. Cuando cuestionamos la conducta desleal de un amigo o nos resistimos a la manipulación de los oportunistas, no estamos alimentando el ego sino reforzando la condición humana.


Por desgracia no siempre somos capaces de actuar de este modo. En muchas ocasiones decimos "si", cuando queremos decir "no", o nos sometemos a situaciones indecorosas y a personas francamente abusivas, pudiendo evitarlas. ¿Quién no se reprochado alguna vez a si mismo el silencio cómplice, la obediencia indebida o la sonrisa zalamera y apaciguadora? ¿Quién no se ha mirado alguna vez al espejo tratando de perdonarse el servilismo, o el no ha ber dicho lo que en verdad pensaba? ¿Quién no ha sentido, así sea de vez cuando, la lucha interior entre la indignación por el agravio y el miedo a enfrentarlo?.


Un gran porcentaje de la población mundial tiene dificultades para expresar sentimientos negativos que van des de la inseguridad extrema, como por ejemplo la fobia so­cial, el estilo represivo de afrontamiento, el desorden evitativo de la personalidad, hasta las dificultades cotidianas y circunstanciales, como por ejemplo, tener una pareja desconsiderada o un amigo "ventajoso" y no hacer nada al respecto.


Si revisamos nuestras relaciones interpersonales en detalle, veremos que no somos totalmente inmunes al atropello. Aunque tratemos de minimizar la cuestión, casi todos tenemos uno o dos aprovechados a bordo. No digo que debamos fomentar la susceptibilidad del paranoide y mantenernos a la defensiva las veinticuatro horas (la gente no es tan mala como creemos), sino que cualquiera puede ser víctima de la manipulación.


La explotación psicológica surge cuando los aprovechados encuentran un terreno fértil donde obtener beneficios, es decir, una persona incapaz de oponerse. Los sumisos atraen a los abusivos como el polen a las abejas.


Una paciente de cuarenta y cinco años, con el patrón típico de las mujeres que aman demasiado, y cuatro separaciones en su haber, me decía que Dios no estaba de su parte porque todos sus ex compañeros la habían explotado de una manera u otra. Echarle la culpa a la injusticia cósmica le impedía ver que en realidad era ella, con su estilo exageradamente complaciente, quien atraía a los vividores de turno. En otro caso, un señor de mediana edad, que a todo decía que "si", se quejaba de sus socios (ya había tenido seis) porque casi siempre se quedaban con la mejor tajada. Se lamentaba de su mala suerte, cuando en realidad era él quien los atraía como un imán y además los aceptaba. De alguna manera, los individuos ventajosos y desconsiderados detectan a los mansos/dependientes, los desnudan en la relación cara a cara, los descubren en la mirada huidiza, en el tono de voz apagado, la postura tensa, los gestos conciliadores, los circunloquios, las disculpas y la amabilidad excesiva. Los ubican, los ponen en la mira y atacan. Insisto, la idea no es crear un estilo prevenido y dejar de creer en la humanidad, sino adoptar una actitud previsora.


Entonces: ¿Por qué nos cuesta tanto ser consecuentes con lo que pensamos y sentimos? ¿.Por qué en ocasiones, a sabiendas de que estoy infringiendo mis preceptos éticos, me quedo quieto y dejo que se aprovechen de mi o me falten al respeto? ¿Por qué sigo soportando los agravios, por qué digo lo que no quiero decir y hago lo que no quiero hacer, por qué me callo cuando debo hablar, por qué me siento culpable cuando hago valer mis derechos?


Cada vez que agachamos la cabeza, nos sometemos o accedemos a peticiones irracionales, le damos un duro golpe a la autoestima: nos flagelamos. Y aunque salgamos bien librados por el momento, logrando disminuir la adrenalina y la incomodidad que genera la ansiedad, nos queda el sinsabor de la derrota, la verguenza de haber traspasado la barrera del pundonor, la autoculpa de ser un traidor de las propias causas. Ni siquiera los reproches posteriores, los hara-kiri nocturnos y las promesas de que "nunca volverá a ocurrir", nos liberan de esa punzante sensación de fracaso moral.


¿Qué nos pasa? (¿Es tan importante la opinión de los demás que preferimos conciliar con el agresor a salvar el amor propio, o será que los condicionamientos pueden más que la autoestima? Y no me refiero a situaciones donde la seguridad personal o la de nuestros seres queridos esté objetivamente en juego, sino a la transgresión en la que no existe peligro real y pese a ello escapamos.


Cuando exigimos respeto, estamos protegiendo nuestra honra y evitando que el yo se debilite. En el proceso de aprender a quererse a si mismo, junto al autoconcepto, la autoimagen, la autoestima y la autoeficacia, hay que abrirle campo a un nuevo "auto": el autorrespeto, la ética personal que separa lo negociable de lo no negociable, el punto del no retorno.


Hay una herramienta psicológica, estudiada y refrendada en innumerables investigaciones, llamada asertividad. La asertividad es libertad emocional y de expresión, es una manera de descongestionar nuestro sistema de procesamiento y hacerlo mas ágil y efectivo. Las personas que practican la conducta asertiva son más seguras de si mismas, más tranquilas a la hora de amar y más transparentes y fluidas en la comunicación, además, no necesitan recurrir tanto al perdón porque al ser honestas y directas impiden que el resentimiento eche raíces.


Hay una zona intermedia entre la sumisión obsecuente y la agresión enfermiza en la que se realza la verdadera capacidad humana de reconocerse individual sin ser indivi­dualista, de cuidarse a si mismo sin descuidar a los demás y de crear salud mental aprendiendo a expresar adecuadamente lo que se piensa y siente.



Fuente: Libro "Cuestión de dignidad" de Walter Riso

jueves, 10 de mayo de 2007

Madurez y crecimiento


Quien es responsable de la relación
Del Libro: Del miedo al amor - Eva Pierrakos. Judith Saly
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Cuando se relacionan personas cuyo nivel de desarrollo personal no es igual, el responsable de la relación siempre será la persona más desarrollada. En concreto, esa persona es responsable de buscar profundamente en la interacción aquello que crea fricción o falta de armonía entre las partes.
La persona menos desarrollada no tiene la misma capacidad para realizar esa búsqueda, pues todavía tiende a culpar al otro y a depender de que él o ella haga lo "correcto" para evitar la frustración o las cosas desagradables. Además, la persona menos desarrollada siempre se deja atrapar dentro del error fundamental de la dualidad. Desde su punto de vista cualquier fricción es vista bajo la idea de que "sólo uno de nosotros tiene la razón". Le parece que un problema en el otro lo convierte a él o a ella en alguien impecable, aunque su manera negativa de interactuar sea mucho peor.


La persona que ha alcanzado un mayor desarrollo espiritual es capaz de tener una percepció realista, de las cosas. Puede ver que alguno de los dos tal vez tiene un problema profundo, pero sabe que eso no elimina la importancia del problema menor del otro. Quien está más desarrollado siempre estará dispuesto y preparado para buscar su participación en las cosas que lo afectan de manera negativa, sin importar qué tan obvio sea el otro es culpable. En cambio, quien es espiritual y emocionalmente inmaduro siempre le hecha la culpa de todo al otro. Y todo esto se aplica a cualquier tipo de relación: de pareja, padres e hijos, amistades o contactos de negocios.


La tendencia a depender de manera emocional de los demás - cuya superación es un aspecto importantísimo del proceso de crecimiento - en gran medida proviene del deseo de deshacerse de la culpa o librarse de las dificultades que implica el establecimiento y el mantenimiento de una relación. Suele parecer mucho más fácil echarle el peso de estas responsabilidades a los demás. ¡Pero el precio es muyalto! Al hacer esto uno se deja desamparado y se aísla o se provoca dolor y fricciones interminables. Las relaciones se vuelven fructíferas y agradables y la libertad se puede establecer sólo una vez que uno empieza a asumir verdaderamente su responsabilidad ante sus problemas en la relación y a mostrar la disposición a cambiar.


Si la persona que tiene un mayor desarrollo se rehusa a asumir su responsabilidad espiritual hacia la relación buscando el núcleo de los desacuerdos en su interior, nunca podrá comprender la interacción mutua ni cómo un problema afecta al otro. Así las cosas, la relación se deteriora y deja a las dos partes confundidas e incapacitadas para enfrentarse a sí mismas o a los demás. Pero si, en cambio, la persona con mayor desarrollo espiritual acepta la responsabilidad, él o ella estará también ayudando al otro de manera sutil. Si puede abandonar la tentación de estar constantemente señalando los aspectos desagradables obvios del otro y mira hacia su interior, estará elevando su propio desarrollo y difundiendo un ambiente de paz y alegría. El veneno de las fricciones será eliminado muy pronto y también será posible encontrar otras parejas para alcanzar un proceso verdadero de crecimiento mutuo.


Cuando se relacionan dos personas iguales, ambos cargan con la responsabilidad de la relación. Ésta es realmente una hermosa aventura, un estado de compenetración muy satisfactorio. La más pequeña falla en un estado de ánimo seria reconocida por su significado interior manteniendo vivo el proceso de crecimiento. Ambos reconocerán su coparticipación en la creación de esa falla -ya sea una fricción o una sensación pasajera de ausencia de sentimientos. La realidad interior de la interacción será cada vez más importante impidiendo cada vez más que se haga daño a la relación.


Déjenme subrayar que cuando hablo de ser responsable por la persona de menor desarrollo no quiero decir que un ser humano puede cargar con los problemas de los demás. Esto nunca puede ser así. Lo que quiero decir es que las dificultades de interacción en las relaciones generalmente no son exploradas a profundidad por la persona cuyo desarrollo espiritual es más bajo. Él o ella le echa la culpa a los otros por su infelicidad o por la falta de armonía dentro de alguna interacción en particular y no puede o no quiere ver el conjunto de la situación. Así que no está en una posición que le permita establecer la armonía. Sólo quien asume la responsabilidad de encontrar el problema interior y el efecto que causa sobre los dos puede lograrlo. De modo que la persona menos desarrollada espiritualmente depende de la de mayor desarrollo.


Una relación entre individuos en la que la destructividad del menos desarrollado vuelve imposible crecimiento, la armonía y los buenos sentimientos o en la cual el contacto es predominantemente negativo debe ser cancelada. Como regla, le toca a la persona más desarrollada tomar esa iniciativa y si no lo hace eso indica que existe alguna debilidad o temor no reconocidos y que se debe enfrentar. Quien decide romper una relación sobre estas bases, es decir, sobre la claridad de que es más destructiva y dolorosa que constructiva y armoniosa, debe hacerlo reconociendo los problemas e interacciones mutuas. Esto le ayudará a evitar establecer una nueva relación con corrientes e interacciones similares subyacentes. Y esto también quiere decir que la decisión de cortar con el lazo ha sido tomada con base en el crecimiento y no como resultado del enojo, del miedo o como escapatoria.

jueves, 29 de marzo de 2007

Familias Disfuncionales


Del Libro: La familia - John Bradshaw


Algunas reglas paternas causan en los niños vergüenza y culpa. El psicólogo Gersen Kaufman, define a la vergüenza como: “Una enfermedad del alma. La mas estremecedora experiencia que el ego, puede sentir como humillación o cobardía o como un sentimiento de derrota para enfrentar con éxito los retos. La vergüenza es una herida que se siente desde el interior, separándonos de nosotros mismos y de los demás.”
Las familias cumplen un rol determinante a la hora de la formación de la personalidad de una persona y fundamentalmente de la solidez de el autoestima.

Las creencias con que uno niño se forma dentro de ellas se da por la forma en que fueron criados dentro de las mismas.


Según este autor la vergüenza es la responsable de la mayoría de los estados internos perturbados que niegan la vida plena humana. 


La vergüenza se encuentra en el corazón de nuestra herida y difiere enormemente del sentimiento de culpa. La culpa dice: he hecho algo malo; la vergüenza dice: hay algo malo en mi. La culpa dice: he cometido un error; la vergüenza dice: soy un error. La culpa dice: lo que hice no estuvo bien; la vergüenza dice: no soy bueno/a.

El sentimiento de vergüenza a través del abandono.
Nuestra reglas educativas avergüenzan a los niños a través de distintos grados de abandono. Los padres abandonan a sus hijos de las siguientes maneras:

  • Cuando los abandonan real y físicamente 
  • Cuando los padres fallan al modelar sus propias emociones y fracasan al reafirmar las expresiones emotivas de los hijos.
  • Cuando los padres no cubren adecuadamente las necesidades de dependencia necesaria para el desarrollo de sus hijos.
  • Cuando los padres abusan de sus hijos física, sexual, emocional o espiritualmente.
  • Cuando los niños son utilizados para satisfacer necesidades de dependencias no resueltas por los padres.
  • Cuando los hijos son utilizados para mantener el matrimonio de sus padres.
  • Cuando los padres niegan y ocultan sus secretos vergonzosos para mantener cierto equilibrio en la familia.
  • Cuando los padres no dedican suficiente, tiempo, atención y dirección a sus hijos.-
  • Cuando los padres actúan desvergonzadamente. 

Un hecho observable en las familias disfuncionales es que forman parte de un proceso multigeneracional. Los individuos disfuncionales se casan con otros individuos disfuncionales, provienen de familias disfuncionales y asi el círculo continua. Las familias disfuncionales crean individuos disfuncionales que a la vez generan otras familias disfuncionales.

Veamos cuales son las puntos importantes de las familias disfuncionales:

Decepción y negación: niegan sus problemas y por lo mismo los problemas nunca se resuelven. También niegan a sus miembros las libertades.

Imposibilidad de intimidad: cuando hay un vacío de intimidad en familias disfuncionales, este vacío contribuye a la disfunción familiar. Esto se conoce con el nombre de desorden del Yin y el Yan.


Se basan en la vergüenza. Los padres han interiorizado sus sentimientos de vergüenza y actúan desvergonzadamente frente a sus hijos. Generalmente los hijos de estas familias se sienten avergonzados. 


Formación de roles rígidos y estáticos: los roles se crean por la necesidad del sistema familiar. Los niños renuncian a sus propias necesidades para satisfacer las necesidades del sistema. 


Una masa indiferenciada de egos: los miembros de una familia disfuncional tienen límites permeables, los límites no se respetan, los límites se invaden unos a otros, mas que relacionarse se enredan. Si la madre es temida, todos la temen. 


Necesidades sacrificadas en aras del sistema: los miembros de una familia disfuncional no pueden satisfacer sus necesidades. Las necesidades individuales son puestas de lado para satisfacer las necesidades del sistema familiar. Casi siempre existe cierto grado de enojo y depresión en los miembros de una familia asi. Las diferencias individuales se sacrifican para satisfacer los requerimientos de la familia.En las familias disfuncionales el individuo existe para la familia. Resulta difícil abandonar una familia disfuncional.

Comunicación conflictiva y confluente: utilizan el conflicto abierto o la confluencia (acuerdan no estar en desacuerdo) con un estilo de comunicación. En muy rara ocasión logran establecer contacto verdadero.

Irrevocabilidad de las reglas: en las familias que presentan disfunción las reglas no cambian y son rígidas. La pedagogía ponzoñosa ayuda a establecer estas reglas.

Las reglas dominantes de un sistema disfuncional son: el control, el perfeccionismo, el culpar a los demás, negación de libertades, el silencio tácito, sordera selectiva, la repetición (tener las mismas discusiones y problemas una y otra vez), la desconfianza.Omisiones. Secretos abiertos.

Los secretos familiares son parte de las mentiras que mantienen a un sistema familiar estático. Estos secretos son abiertos, pues aunque todos saben lo que pretenden no saber, omiten hablar de ello.No existen posibilidades de cambio en un sistema familiar cerrado.

Todos intentan controlar la angustia que los controla y para ello asumen un rol familiar. Sin embargo entre mas se atienen a ese rol, menos cambios se reflejan en el sistema.. El proverbio frances: Plus ça change plus c’est la même chose (Entre mas cambian las cosas más permanecen iguales, resume bastante bien al dilema que se enfrenta un sistema familiar cerrado.

Adquisición de una voluntad absolutista y grandiosa.

La mayor catástrofe a la que se enfrentan los miembros de una familia disfuncional es a la perdida de una voluntad sana. Cuando la voluntad se inhabilita, las personas pierden la libertad. El control es un producto de la voluntad inhabilitada. Al no ventilar los asuntos, al no hablar las cosas, los sentimientos se congelan y contaminan la inteligencia emocional de los individuos. Cuando la fuerza de voluntad se lleva a los extremos (querer por querer) las personas adquieren comportamientos caóticos e impredecibles.

Límites perdidos:

En un afán de mantener el sistema familiar funcionando los individuos renuncian a sus limites personales. Renunciar a los limites personales es equivalente a renunciar a la propia identidad.
Las familias disfuncionales carecen de límites.

Y como es una familia sana.

Si yo soy porque soy yo, y tu eres porque eres tu, entonces yo soy y tu eres. Pero si yo soy porque tu eres, y tu eres porque yo soy, entonces, ya no soy yo y tu no eres tu.
Rabí Mendel.


Una familia sana es aquella en la que sus miembros y las relaciones que estos sostienen con los demás miembros de la familia son completamente funcionales. Los miembros familiares como todos los seres humanos disponen de un potencial humano que les permite satisfacer sus necesidades individuales y colectivas mediante la cooperación y la individualización.
Una familia funcional es la tierra fértil que permite que los individuos se transformen en seres humanos maduros, ya que:

La familia es la unidad de supervivencia y crecimiento.

La familia satisface las necesidades emocionales de sus miembros, logrando un balance entre autonomía y dependencia, entre sociabilidad y sexualidad.
Una familia sana permite el crecimiento y el desarrollo de todos sus miembros , incluyendo a los padres.
Es en la familia donde los individuos obtienen una autoestima sólida.

La sociedad solo puede perdurar basándose en la familia, pues es en ella principalmente donde los individuos aprenden a socializar.
En el seno de la familia se forman el carácter y los valores morales.
Las personas maduras desarrollan en el interior de las familias.

Madurez.

La auto diferenciación es el primer componente de la teoría de Bowen. Una persona madura es aquella que ha logrado diferenciarse de los demás, ha logrado establecer con claridad los límites personales y cuenta con una buena identidad propia. La persona madura se relaciona de manera significativa, sin fundirse ni fusionarse, con su sistema familiar, esto quiere decir que es una persona emocionalmente libre que puede acercarse a su familia sin ser absorbida por ella no sentir rabia al respecto, o puede alejarse sin sentir culpa.


La auto diferenciación y la autoestima se desarrollan con el tiempo.

jueves, 22 de febrero de 2007

Responsabilidad en la pareja




Responsabilidad en la pareja








por Nattalia (Psicóloga)




Cuando asumimos que nosotras, tenemos la responsabilidad de nuestras vidas, de tomar decisiones, de cambiar ...cosas, personas, situaciones ...es cuando podemos entender los acontecimientos que nos ocurren desde un punto de vista....sano, porque nosotras SIEMPRE, tenemos la ultima palabra en lo que se refiere a lo que DECIDIMOS....sobre nuestras elecciones en la vida.


Es por eso que yo considero que al formar una pareja exitosa o no, depende fundamentalmente de uno/a.
Lo que trato de decir es que si yo quiero una pareja exitosa, jamas puedo pretender que mi pareja haga algo por que suceda el exito que yo estoy buscando, el esfuerzo es exclusivamente mio y de nadie más. Sé que muchos me diran, y si pero si él o ella es de tal o cual manera yo no puedo hacer nada.... A eso yo respondo, claro que si puedes hacer algo..... Tienes dos alternativas, una es aceptar a la persona elegida tal cual es, y jamas pretender que cambie, o bien alejarte de ella! Si estais viendo que tu eleccion no te satisface, pues es tu falla no la de tu pareja!!

Sé honesto/a contigo y no busques excusas para no ver que has elegido mal!!! Las personas son como son, y cuando tu eliges a alguien viene "dentro del paquete todo incluido; Las partes buenas y malas de ese ser humano" y es un error pretender que por mi/ti vaya a cambiar su forma de ser!! El ser humano no cambia, pueden mejorar ciertas caracteristicas, y eso siempre y cuando quieran hacerlo por ellos mismos.
Sé responsable de tus actos! Ser responsable de todo tanto en los buenos o malos resultados obtenidos hace que jamas traslades la famosa culpa al otro, para tapar tu parte responsable .

Por eso cuando vemos las cosas de esta manera...sabremos que "estar" con alguien que nos hace sufrir...., es una opción que podemos cambiar....

Da igual: lo malo que mi pareja haga....yo siempre he de pensar en que si me insulta, me humilla, o me es infiel, tengo dos alternativas:

1- Asumir como él es y seguir sufriendo...y no quejarme porque ASI LO HE ACEPTADO....,alternativa que solo me traerá mas tristeza
2- Decidir que si alguien me trata mal, si reiteradamente me hace sufrir..., entonces , actuar y pensar...que Yo puedo, Yo me merezco amor...y si la persona que está conmigo no me lo da..., ALEJARME, ROMPER...Y DECIDIRME A SER VALIENTE Y A NO MENDIGAR EL AMOR
El poder está en ti....y cuando te des cuenta que solo tu decides....entonces .....quejarse por situaciones que podemos cambiar ....dejará de ser una excusa.

Tu decides.... siempre tu...sobre tu vida...no les des poder a otros sobre ti